
¡Hazlo Hoy!

Introducción
En distintos momentos de nuestra vida, sentimos que Dios nos invita a esperar, a confiar y a permanecer en quietud. Pero muchas otras veces, Él está esperando que demos un paso, que tomemos decisiones., que actuemos con fe.
Todos, en algún área, sabemos lo que deberíamos estar haciendo… pero lo seguimos postergando. A veces por miedo, a veces porque no sabemos cómo, o simplemente lo procrastinamos porque creemos que ya habrá tiempo.
Santiago 1:22 «No sólo escuchen la palabra de Dios, tienen que ponerla en práctica. De lo contrario, solamente se engañan a sí mismos.»
No se trata solo de escuchar la palabra, se trata de accionar. Eclesiastés 3 nos dice que todo tiene su tiempo, pero el tiempo llama a una acción: nacer, morir, sembrar, cosechar, derribar, construir, llorar, reir, etc.
La obediencia muchas veces nos llama a hacer renuncias y acciones difíciles, pero todo ocurre para cumplir un propósito mayor. Jesús tuvo que soportar la cruz, como acto de obediencia, para poder cumplir con Su propósito: llevarnos al otro lado de la cruz, la vida eterna. Allí puso Él puso su gozo y su mirada.
Hebreos 12:2 «Esto lo hacemos al fijar la mirada en Jesús, el campeón que inicia y perfecciona nuestra fe. Debido al gozo que le esperaba, Jesús soportó la cruz, sin importarle la vergüenza que ésta representaba. Ahora está sentado en el lugar de honor, junto al trono de Dios.»
La historia de Zaqueo nos muestra cómo un pequeño acto de fe, una decisión tomada con determinación, puede cambiarlo todo. Dios no espera perfección, espera disposición. Y cuando actuamos, Él responde.
Lucas 19:1–10 NTV
2 Jesús entró en Jericó y comenzó a pasar por la ciudad.
1 Había allí un hombre llamado Zaqueo. Era jefe de los cobradores de impuestos de la región y se había hecho muy rico.
3 Zaqueo trató de mirar a Jesús pero era de poca estatura y no podía ver por encima de la multitud.
4 Así que se adelantó corriendo y se subió a una higuera sicómoro que estaba junto al camino, porque Jesús iba a pasar por allí.
5 Cuando Jesús pasó, miró a Zaqueo y lo llamó por su nombre: «¡Zaqueo! —le dijo—, ¡baja enseguida! Debo hospedarme hoy en tu casa».
6 Zaqueo bajó rápidamente y, lleno de entusiasmo y alegría, llevó a Jesús a su casa;
7 pero la gente estaba disgustada, y murmuraba: «Fue a hospedarse en la casa de un pecador de mala fama».
8 Mientras tanto, Zaqueo se puso de pie delante del Señor y dijo: —Señor, daré la mitad de mi riqueza a los pobres y, si estafé a alguien con sus impuestos, le devolveré cuatro veces más.
9 Jesús respondió: —La salvación ha venido hoy a esta casa, porque este hombre ha demostrado ser un verdadero hijo de Abraham.
20 Pues el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar a los que están perdidos.
De su historia, podemos ver que:
Jesús no tiene favoritos
Uno de los grandes engaños que muchas veces creemos —consciente o inconscientemente— es que Dios tiene “preferidos”. Pensamos que hay personas más cercanas a Él, más especiales, más escuchadas. Y sin darnos cuenta, nos empezamos a excluir de lo que Dios podría hacer en nosotros o a través de nosotros.
Pero la Biblia lo deja claro: Dios no hace acepción de personas.
Job 34:19 «A él no le importa la grandeza que pueda tener una persona y no presta más atención al rico que al pobre, él creó a todos.»
Hechos de los Apóstoles 10:34 «Entonces Pedro respondió: —Veo con claridad que Dios no muestra favoritismo.»
En el capítulo anterior (Lucas 18), Jesús se detuvo por Bartimeo, un mendigo ciego que gritaba desde la calle. En el capítulo siguiente, se detiene por Zaqueo, un hombre rico, despreciado por su pueblo por ser recaudador de impuestos. Dos personas en situaciones completamente diferentes… pero un mismo Jesús que se acerca, escucha, y transforma.
También en Lucas 18:18, vemos a otra persona muy adinerada y además líder religioso muy respetado por el pueblo. Él pensaba que sería recibido en el Reino de los Cielos por todo lo que había hecho o debía hacer. Pero Jesús estaba interesado en quién él era, y le dijo que vendiera todo y lo siguiera; el hombre rico dio media vuelta y se fue triste. Su corazón prefería las riquezas antes que seguir a Cristo. Hoy día nadie sabe su nombre, solamente se lo conoce como el joven rico; pero la biblia sí menciona el nombre de otro rico, Zaqueo, que aún siendo odiado por sus compatriotas por ser publicano (cobrador de impuestos para los romanos) logró sentarse a comer con el Maestro.
Jesús no se impresiona con nuestro éxito ni se escandaliza con nuestro pasado. Él ve más allá de lo que la gente ve. Y si nos ve buscándolo, va a detener su mirada en nostros.
Tratar no basta
La historia de Zaqueo nos muestra que intentar no siempre es suficiente. Él trató de ver a Jesús, pero tenía limitaciones: era de baja estatura y la multitud se lo impedía. En ese momento, muchos de nosotros nos hubiésemos rendido diciendo: “Bueno, lo intenté…”.
Pero Zaqueo no se quedó ahí. En vez de rendirse, hizo algo audaz: corrió más adelante, buscó un árbol, y se subió. ¡No era un niño, ni era común que un hombre rico hiciera eso! Pero su deseo de ver a Jesús superó su vergüenza, su reputación y su limitación física.
Lucas 19:3–4 «Zaqueo trató de mirar a Jesús pero era de poca estatura y no podía ver por encima de la multitud. Así que se adelantó corriendo y se subió a una higuera sicómoro que estaba junto al camino, porque Jesús iba a pasar por allí.»
Aquí podemos encontrar dos puntos claves:
1. No basta con tratar: Muchas veces encontramos un obstáculo y desistimos.
Eliseo y el rey Joas:
Reyes 13:19 «pero el hombre de Dios se enojó con él y exclamó: —¡Tendrías que haber golpeado el piso cinco o seis veces! Así habrías vencido a Aram hasta destruirlo por completo. Ahora saldrás vencedor solamente tres veces.»
Tendrías que haber INSISTIDO!
¿Cuál es el PERO que te detuvo?
2. Encuentra el “así que”:
Cuando una puerta no se abre es porque hay otra que se abrirá, ¡sigamos buscando! Dios ama la insitencia.
Mateo 7:7 «Sigue pidiendo y recibirás lo que pides; sigue buscando y encontrarás; sigue llamando, y la puerta se te abrirá.»
Tal vez no veamos el resultado que esperábamos la primera vez que oramos, intentamos perdonar, servimos, o dimos un paso de fe… pero eso no significa que no valga la pena seguir insistiendo. Zaqueo podría haberse rendido… pero un “así que…”cambió su historia.
La acción produce reacción
Zaqueo era despreciado por muchos por ser cobrador de impuestos. Sin embargo, su deseo de ver a Jesús fue tan fuerte, que se adelantó corriendo y se subió a un árbol para lograrlo (Lucas 19:4).
Y entonces sucede algo impresionante:
Jesús se detiene, lo mira y lo llama por su nombre.
Lucas 19:5 – “¡Zaqueo! —le dijo—, ¡baja enseguida! Debo hospedarme hoy en tu casa.”
Jesús estaba rodeado de gente. Había multitudes a su alrededor. Pero entre tantos, respondió al que actuó con fe. Zaqueo logró llamar su atención.
Jesús no solo lo miró: lo llamó por su nombre, y eso habla de intimidad, de cercanía. No dijo “tu”, ni “el del árbol”. Dijo “¡Zaqueo!”.
Esto nos recuerda que Dios conoce nuestro nombre, sabe exactamente dónde estamos y qué estamos haciendo.
Isaías 43:1 – “Te he llamado por tu nombre; eres mío.”
Salmo 32:8 – “Sobre ti fijaré mis ojos.”
Muchas veces decimos: “Dios sabe lo que necesito. Si Él quiere, lo hará.”
Pero esa es una mentalida pasiva y no de fe. La Biblia está llena de ejemplos de personas que hicieron algo para tocar el corazón de Dios: la mujer con flujo de sangre, el paralítico llevado por sus amigos, Bartimeo que gritó. Dios responde a la fe que se mueve.
“La acción es la medida del interés.”
Zaqueo no dijo con palabras cuánto deseaba encontrarse con Jesús… lo demostró con su actitud.
Jesús espera tu respuesta HOY
Cuando Jesús miró a Zaqueo en el árbol, no le hizo una propuesta vaga ni abierta a «ver cuándo te queda bien». Fue directo y claro:
Lucas 19:5 – “¡Zaqueo! Baja enseguida. Hoy debo hospedarme en tu casa.”
No dijo “cuando estés listo” o “si algún día decidís”. Le dijo “hoy”. Y Zaqueo no lo pensó dos veces. Bajó rápidamente, con alegría, y lo recibió en su casa.
El engaño del diablo es que hay tiempo para tomar en serio las cosas de Dios, que aún somos jóvenes, o que la vida aún es larga. Eso no puede estar más alejado de la verdad de Jesús.
El llamado de Jesús siempre es urgente, pero nunca forzado.
Él llama, pero espera. Está a la puerta y toca (Apocalipsis 3:20)… pero cada uno tiene que abrirla.
Y cuando Jesús entra a tu casa (a tu vida):
1) Hay entusiasmo y alegría.
Obedecer a Jesús es lo único que llena de verdadera alegría el corazón. Su voluntad es buena, agradable y perfecta (Ro.12.2). Zaqueo respondió rápido y abrió las puertas de su casa para comer con Jesús. Mientras que el joven rico (Lucas 18:23) recibió una invitación parecida… pero volvió triste.
2) Genera murmuración en otros:
Esa misma multitud, después que Bartimeo recibió la vista, alabaron a Dios, y horas mas tarde estaban criticando porque Zaqueo tenía a Jesús en su casa. Jesús quiere entrar a tu vida y que lo conozcas en lo íntimo, no solo en la multitud.
Apocalipsis 3:20 «¡Mira! Yo estoy a la puerta y llamo. Si oyes mi voz y abres la puerta, yo entraré y cenaremos juntos como amigos.»
Somos, por eso hacemos
Cuando Jesús llega a nuestras vidas somos trasformados. Nuestras obras son resultado de nuestra nueva naturaleza.
El joven rico estaba preocupado en las cosas que debía HACER para ser salvo, eso trae frustración, porque jamás haremos lo suficiente para sentirnos dignos de ser aceptados por Dios; pero Zaqueo después de recibir a Jesús, cambió de ser un codicioso y estafador, a ser generoso.
Lo hacemos porque somos salvos… no para ser salvos.
El no buscaba impresionar a Jesús ni justificar su vida; simplemente estaba respondiendo desde una identidad nueva. Jesús ya lo había mirado, ya lo había llamado por su nombre, ya se había ofrecido a entrar a su casa. Eso le dio a Zaqueo la seguridad de que podía cambiar… y lo hizo.
Cuando Jesús entra a nuestra vida, no hay que forzar el fruto. El cambio genuino viene de adentro hacia afuera. Lo que somos en Cristo produce lo que hacemos para Él.
Por eso Jesús responde:
Lucas 19:9 – “La salvación ha venido hoy a esta casa.”
Y luego reafirma su misión:
Lucas 19:10 – “El Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar a los que están perdidos.”
La verdadera transformación no es producto de reglas, sino de relación. Zaqueo pasó de codicioso a generoso. Porque cuando Jesús entra, todo lo que antes nos dominaba, pierde poder.
Gálatas 3:7 – “Los verdaderos hijos de Abraham son los que tienen fe.”
Zaqueo fue llamado “hijo de Abraham”, no por su linaje, sino por su fe. Nosotros también somos parte de esa familia cuando nuestra confianza está puesta en Jesús.
Conclusión
La historia de Zaqueo nos muestra cómo un corazón dispuesto, aunque imperfecto, puede ser completamente transformado por Jesús.
Zaqueo era rechazado, limitado y señalado por todos. Pero cuando decidió actuar, cuando insistió y se movió por fe, Jesús lo vio, lo llamó por su nombre, y entró en su casa y en su vida.
Su obediencia fue suficiente para que Jesús dijera:
“Hoy ha llegado la salvación a esta casa.”
Dios está esperando tu paso de fe. Jesús sigue buscando a los que se atreven a subir al árbol, a los que no se rinden, a los que responden sin demora.
Hoy es ese día.
- El día para perdonar.
- El día para pedir ayuda.
- El día para rendirte.
- El día para obedecer.
- El día para dejar de postergar.
2 Corintios 6:2 – “Hoy es el día de salvación.”
No nos detengamos en la intención. Que nuestra fe sea visible. Que nuestra respuesta sea rápida, como la de Zaqueo. Porque cuando Jesús entra, nada queda igual.