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La Carrera de la Fe

Lic. Fabián Peña
14/9/2025

Correr la carrera de la Fe

Hebreos 12:1-2 "Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de nuestra fe..."

Introducción

La Biblia nos dice que la vida cristiana es como una carrera. No es un paseo, es una maratón. Y no corremos por un trofeo, corremos para llegar hasta los brazos de nuestro Padre. Hoy veremos el significado de correr esta carrera de la fe.

¿Alguna vez has participado de una corrida, maratón, o has visto una carrera de autos? ¿Cómo fue esa experiencia?

1. La carrera de la fe es personal, pero no solitaria

"Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos"

Cada uno de nosotros tiene su propia pista, su propio camino. Pero todos corremos hacia la misma meta: Cristo.

Y la Biblia nos recuerda que no estamos solos; estamos rodeados de una “gran nube de testigos”: los héroes de la fe del capítulo 11 y también nuestros hermanos que nos animan.

¿Qué significa para ti que tu carrera de la fe es “personal”?

¿Cómo te animan otros creyentes en tu caminar con Dios?

¿Qué pasa si intentamos correr solos?

2. Despojándonos del peso y del pecado

...despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia...

Un corredor no lleva mochilas innecesarias, un piloto no llena su auto de peso extra, cada kilo de más lo hace más lento. En nuestra vida hay cosas que no son pecado, pero nos pesan; y también hay pecados que nos hacen tropezar y ralentizan nuestro andar.. La Biblia nos dice que debemos despojarnos de todo peso y del pecado que nos asedia para poder correr de la mejor manera.

¿Qué ejemplos de “peso” pueden estorbar la vida cristiana?

¿Alguna vez has dejado algo que te estaba frenando en tu fe? ¿Cómo fue esa experiencia?

¿Cómo podemos ayudarnos como grupo a soltar peso y pecado?

3. Correr con paciencia y perseverancia

La carrera de la fe no es un sprint o de corta distancia, es una maratón. Necesitamos perseverar. Habrá momentos de cansancio, de pruebas, de desánimo, pero el Señor nos da nuevas fuerzas cada día. Pablo al final de su vida pudo decir: “He acabado la carrera, he guardado la fe” (2 Timoteo 4:7).

Se trata de terminar, no solo de empezar.

¿Qué significa para vos “correr con paciencia”?

¿Qué situaciones han probado tu perseverancia en la fe?

¿Cómo podemos animarnos mutuamente cuando alguien está cansado?

4. Puestos los ojos en Jesús

puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de nuestra fe..

Un corredor que mira la meta, no se distrae con el público. Un piloto escucha la radio de su equipo para recibir dirección. Nosotros debemos mantener los ojos en Jesús. Él empezó nuestra fe y Él la perfeccionará. Él soportó la cruz porque tenía clara la meta: salvarnos. Cuando nos distraemos o desanimamos, volvamos a mirar a Jesús.

¿En qué tienes puestos tus ojos cuando enfrentas problemas?

¿Cómo se ve en la práctica ‘poner los ojos en Jesús’ en tu vida diaria?

¿De qué manera pensar en ‘los brazos del Padre’ al final de la carrera cambia tu motivación?

5. La meta: Los brazos del Padre

En cada maratón hay familiares esperando en la meta. Cuando cruzas la línea, no importa si llegas primero o último; ese abrazo te dice que todo valió la pena. En cada carrera de autos, cuando termina, el piloto corre a su equipo, suben al podio, celebran juntos. Nuestra meta no es un trofeo de oro, ni una medalla terrenal. Nuestra meta es llegar a los brazos del Padre.

Escuchar: “Bien, buen siervo y fiel” (Mateo 25:21).

Esa visión nos motiva a correr con gozo. Esa esperanza nos hace seguir cuando otros abandonan.

Corre con la mirada en la meta eterna. El abrazo del Padre es tu premio.

Conclusión

Hoy hemos aprendido que: Nuestra carrera es personal, pero no la corremos solos. Debemos soltar peso y pecado. Necesitamos paciencia y perseverancia. Y debemos mantener los ojos en Jesús. Al final de la carrera no hay solo un trofeo o medallas; sino que hay unos brazos abiertos, los brazos del Padre

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